Podemos hablar de la década de 1940 como el período en el que los tehuacanenses “redescubrieron” la riqueza de su Gastronomía; me refiero a los platillos de las tres gastronomías. La década en la que los grupos de origen europeo se decidieron a paladear los sabores de la comida local, y los grupos de origen local iniciaron el consumo de carnes “curadas”, embutidos, sopas de pasta, etc.; aunque los consumieron poco, por considerarlos platillos de ricos. La introducción del refrigerador permitió que se popularizara hasta cierto punto el consumo de jamón fresco – que no requería un largo proceso de curado y ahumado como el jamón serrano -, y otros derivados del puerco, conocidos actualmente como carnes frías.
Los platillos que sí consumieron todos los tehuacanenses a finales del siglo XIX y principios del siglo XX fueron los dulces; la dulcería de Tehuacán tuvo su “época de oro” en el porfirismo, y en las décadas siguientes. Aún se recuerda a las creadoras de estos deliciosos platillos de dulcería, que incluían los tradicionales tejocotes y duraznos en almíbar, biznaga, calabaza, dátiles e higos cristalizados; mermeladas, jaleas, jamoncillos, leche quemada, almendrados, dulces de piñón, así como platillos diseñados ex profeso para banquetes.